Conociendo los Alimentos Funcionales

La innovación tecnológica, la investigación científica, y la tendencia actual hacia lo más saludable han revolucionado la industria alimentaria con el concepto de “alimentos funcionales”. Sin embargo, surgen algunas preguntas como: ¿sabemos con certeza qué alimentos son? ¿Existe alguna diferencia entre ellos? ¿Ya forman parte de nuestra alimentación? ¿Consumirlos aportan algunos beneficios a nuestra salud? ¿Debo tener alguna precaución en cuánto a su ingesta?

Aunque el término “alimento funcional” parezca propio del nuevo milenio, muchos de nosotros los hemos probado ya, quizá sin saberlo. No existe una definición universalmente aceptada para los alimentos funcionales, al tratarse más bien de un concepto que de un grupo de alimentos. En Europa, el primer documento de consenso sobre conceptos científicos en relación con los alimentos funcionales fue elaborado en 1999 por un grupo de expertos coordinados por el ILSI (International Life Sciences Institute), según el cual “un alimento funcional es aquel que contiene un componente, nutriente o no nutriente, con efecto selectivo sobre una o varias funciones del organismo, con un efecto añadido por encima de su valor nutricional y cuyos efectos positivos justifican que pueda reivindicarse su carácter funcional o incluso saludable”. (FESNAD, 2007)

Entonces ¿por qué un alimento se denomina funcional? Un alimento se considera funcional porque, además de destacar por sus propiedades nutritivas, contiene ciertos elementos, cuyo consumo diario dentro de una dieta equilibrada contribuye a mantener o mejorar nuestro estado de salud y bienestar. Entre algunos ejemplos de alimentos funcionales, destacan aquellos alimentos naturales que contienen ciertos minerales, vitaminas, ácidos grasos, fitoesteroles, fibra, antioxidantes, los alimentos modificados y enriquecidos en este tipo de sustancias y los probióticos que tienen bacterias vivas de efectos beneficiosos para la salud.

Los alimentos funcionales pueden ser alimentos naturales, alimentos a los que se les ha adicionado, removido o modificado algún componente o a los que se les ha modificado la biodisponibilidad de alguno de ellos. Desde su punto de vista práctico, un alimento funcional puede ser:

  • Un alimento natural, que contiene sustancias beneficiosas de manera natural.
  • Un alimento natural, donde un componente se mejoró bajo condiciones especiales de cultivo.
  • Un alimento con un componente añadido para que produzca beneficios (ejemplo: bacterias probióticas)
  • Un alimento con un componente eliminado para que produzca menos efectos adversos sobre la salud (ejemplo: disminución de ácidos grasos saturados).
  • Un alimento en el que la naturaleza de uno o más de sus componentes se modificó químicamente para mejorar la salud (ejemplo: hidrolizados proteicos adicionados en preparados de lactantes para reducir el riesgo de alergenicidad).
  • Un alimento en el que la biodisponibilidad de uno o más de sus componentes se aumentó para mejorar la asimilación de un componente beneficioso.
  • Cualquier combinación de las posibilidades anteriores. (MV, 2011)

Cabe señalar que el efecto de un alimento funcional será significativo o nulo en función de la dieta o los hábitos alimenticios de la población a quien se dirige. Algunos grupos que pueden potencialmente beneficiarse de los alimentos funcionales son: a) Grupos con necesidades especiales tales como mujeres embarazadas, posmenopáusicas, en etapa fértil, niños en crecimiento, fumadores y personas de la tercera edad. b) Personas con dietas inapropiadas o poco saludables, mujeres con dietas restrictivas para perder peso, deportistas de alto rendimiento. c) Personas bajo tratamientos farmacológicos que interfieren en la absorción de nutrientes, consumo frecuente de laxantes, personas con padecimientos en el aparato gastrointestinal (enfermedad de Crohn, intolerancia a la lactosa, síndrome de intestino corto) d) Vegetarianos. Se debe eliminar la idea de que estos alimentos cambiarán por arte de magia los errores dietéticos tanto en exceso como por defecto, fortaleciendo la necesidad de llevar una dieta equilibrada y variada, así como la práctica regular de actividad física. (Cortés-Sánchez, 2016)

Al inicio, los alimentos funcionales se referían principalmente a la fortificación con vitaminas y minerales; más tarde la fortificación con nutrientes como fibra soluble, fitoesteroles y ácidos grasos omega-3 ganó en importancia; actualmente son muchos los productos en el mercado considerados alimentos funcionales. (Illanes, 2015)

Existen diversos alimentos funcionales los cuales incluyen una gran variedad de ingredientes alimenticios clasificados por su función, en probióticos, prebióticos, simbióticos, proteínas o péptidos, lípidos, minerales, vitaminas, fenoles o polifenoles y compuestos azufrados. No obstante, los alimentos funcionales de origen vegetal representan una potencial fuente de componentes bioactivos (presentan actividad biológica en las células, así como en los mecanismos fisiológicos con efectos benéficos para la salud) denominados fitoquímicos, siendo una amplia variedad de vegetales altamente apreciados por su potencial terapéutico atribuido al contenido de estos compuestos. Dentro de los fitoquímicos bioactivos en los alimentos están los fitoestrógenos, un grupo de compuestos no esteroidales que comprenden: isoflavonas (daidzeína, genisteína, biochanina A, gliciteina), coumestanos (coumestrol), lignanos (enterodiol y enterolactona) y flavonoides (naringenina), siendo las fuentes más abundantes las frutas, vegetales, leguminosas, las legumbres y oleaginosas como alfalfa, soya, nopal, semillas de linaza, semillas de chía, avena, centeno, etc.

Los alimentos funcionales representan hoy en día una tendencia sólidamente asentada hacia la alimentación saludable en respuesta a los hábitos alimentarios erróneos a los que incita el modo de vida contemporáneo. El consumo de alimentos funcionales ya no es más una sofisticación propia de los países más desarrollados; por el contrario, la tendencia a su consumo en nuestros países de América Latina ha experimentado un aumento notable que, con el aporte de la biotecnología, debería redundar en productos de mayor calidad y menor costo, contribuyendo a la integración social respecto de la alimentación.

 

Bibliografía

Cortés-Sánchez, A. D. (2016). Alimentos funcionales, alfalfa y fitoestrógenos. Journal of the Faculty of Sciences and Engineering, 6(1), 28-40. Recuperado el 10 de Noviembre de 2017, de https://revistas.utadeo.edu.co/index.php/mutis/article/view/1110

FESNAD. (2007). fesnad.org. Recuperado el 10 de Noviembre de 2017, de fesnad.org: http://www.fesnad.org/resources/files/DNN/2007/guion_conferencia_alim_func.pdf

Illanes, A. (2015). Alimentos funcionales y biotecnología. Revista Colombiana de Biotecología, 17(1), 5-8. doi:10.15446/rev.colomb.biote.v17n1.5099

MV, M. (2011). Alimentos funcionales: análisis de la recomendación en la práctica diaria. DIAETA, 29(134), 7-15. Recuperado el 10 de Noviembre de 2017, de http://www.scielo.org.ar/pdf/diaeta/v29n134/v29n134a02.pdf